Salir de los sótanos

18 Septiembre 2019.

Históricamente las capitales latinoamericanas han estado lejos de ser los mejores vivideros del planeta, a los ojos de inversionistas, expatriados y turistas, por la suma de factores que afectan la calidad de vida de sus habitantes y los escasos avances institucionales que en ellas se dan para asumir retos que propicien el desarrollo de entornos más estables, amables y seguros. Aunque algunas conservan cierto atractivo por el crecimiento de su infraestructura, calidad de clima y relativa estabilidad política, son más las que incrementan su deterioro por la acumulación y falta de respuestas a sus problemas socioeconómicos y de seguridad.

En el más reciente estudio de The Economist Intelligence Unit, ninguna ciudad de la región, como ha sido natural, se encuentra clasificada en el Top Ten de las más habitables del mundo, pero una de estas, Caracas, figura como la décima en el Top Ten de las menos habitables, que encabeza Damasco (Siria), la peor de todas, una urbe que no llega a reunir las condiciones mínimas para entrar en la medición, como consecuencia de la desgarradora guerra que ha devastado parte de su territorio.

Caracas, igual a lo que sucede con casi todas las ciudades venezolanas, registra niveles precarios de avance en las categorías establecidas por la firma investigadora para declarar la habitabilidad, entre ellas estabilidad institucional, infraestructura, medio ambiente, cultura, educación y salud. Sus condiciones actuales se asemejan a las de ciertas urbes asiáticas y africanas, como Dhaka (Bangladesh), Karachi (Pakistán), Trípoli (Libia) o Lagos (Nigeria), donde residir, o simplemente viajar, puede resultar una verdadera pesadilla.

Para The Economist, las diez ciudades más habitables por su inmejorable condición de vida y, en consecuencia, las más atractivas y menos riesgosas para cualquier turista, están concentradas en cinco países: Austria, Australia, Japón, Canadá y Dinamarca. Son estas, en su orden, Viena, Melbourne, Sídney, Osaka, Calgary, Vancouver, Toronto, Tokio, Copenhague y Adelaida. Cada una cuenta con favorables índices de seguridad, adecuada infraestructura vial y ferroviaria, calidad ambiental y apuestas culturales exitosas. Son metrópolis modernas, de alto desarrollo, en las que la educación es obligatoria y de gran nivel, el sistema de salud pública está financiado, la corrupción es casi inexistente y están lideradas por gobiernos democráticos y eficientes.

En el escalafón de las 20 con mejor desempeño y garantía de viaje, ocho se encuentran en el norte europeo. Los referentes estadounidenses, como Honolulu, Washington Pittsburgh, Atlanta, y Seattle, se ubican entre las posiciones 20 a 40 del listado. Nueva York clasifica en el puesto 58, y las latinoamericanas se sitúan en las escalas media y baja de la tabla.

En el índice de habitabilidad Global 2018, Buenos Aires, Santiago y Montevideo ocuparon los primeros lugares entre las latinoamericanas, 62, 63 y 67, respectivamente. En contraste, Bogotá se ubicó en la casilla 108 de la medición, superando solamente a Ciudad de México, Ciudad de Guatemala y Caracas.

Una radiografía semejante de la capital colombiana se mostró en el tradicional análisis de la investigadora Mercer sobre calidad de vida en 231 ciudades del mundo, divulgado hace un par de meses, en el que se la relegó a la posición 128, con estándares semejantes a los de Manaos, Estambul y Bangkok. Bogotá apenas aventajó a Ciudad de México, Santo Domingo, La Paz, La Habana, Caracas y cinco capitales centroamericanas en aspectos como medios de transporte, problemáticas sociales, bienes de consumo, acceso a la educación y salud.

Bogotá es la ciudad más visitada de Colombia y aunque es indudable que en los últimos años ha venido alzando el vuelo para convertirse en una interesante opción para viajeros e inversores, son muchas las causas objetivas que deben superarse para transformarla no solo en inmejorable vividero, sino en un atractivo turístico de primer orden. Los últimos alcaldes han manejado la ciudad a punta de bandazos, con arrogancia, promesas incumplidas, frecuentes desaciertos y la repetición de viejas prácticas, que van desde la corrupción de Moreno, hasta el caudillismo de Petro y el trancón de intereses que congestiona a Peñalosa.

El interrogante a resolver es si los jóvenes candidatos que hoy aspiran la Alcaldía están a la altura de impulsar transformaciones que permitan construir una mejor ciudad para que, poco a poco, pueda ir saliendo de los sótanos de las tablas de medición de habitabilidad y calidad de vida en que la ubican las investigadoras internacionales o si, por el contrario —como sus antecesores—, seguirán flotando sin rumbo fijo, 2.600 metros más cerca de las estrellas.

Posdata. Un factor importante en el escalafón de habitabilidad se relaciona con la seguridad personal, soporte de la estabilidad interna en cualquier ciudad del mundo. En el estudio de Mercer, Bogotá se situó en la posición 187, por debajo de Luanda (Angola), Tel Aviv y Managua.

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