Pienso que puede ser útil para cualquier persona que quiera reflexionar y conocer sobre ética. El proceso de descubrimiento progresivo del universo ético amplía y profundiza la visión de la ética y hace más fuerte el compromiso con uno mismo, que es lo ético.

Mis diálogos con Juan José han servido para estrechar una amistad y para ampliar ese conocimiento que supone el compromiso con la ética. En uno de sus libros expone la importancia de la ética para el escritor; fue el resultado de una  memorable reunión en la que lo llamé Juan José, el bueno. Y acerté.

Porque los códigos y tribunales se hicieron en previsión de las debilidades de las personas que solo obran bien cuando existe una presión externa que los obliga, que es lo propio del esclavo. La ética, por el contrario, es la actitud de quien obedece a su propia razón, que es lo característico de las personas libres. Es, pues, contrario a la naturaleza de la ética cualquier forma de imposición o heteronomía. El ser ético es autónomo, legislador de sí mismo, según Kant, u obediente a su propia naturaleza, según Aristóteles.

Fundamentalmente veo que esa incapacidad para percibir y obedecer a esos valores resulta de la aceptación sumisa de otros modos de ser que se han convertido en los elementos dominantes de la cultura. Es el caso de la adoración – no encuentro otra palabra para designar el fenómeno- del dinero al que se le rinde culto, incluso el de los sacrificios de vidas humanas. Por el dinero se mata, y para el dinero se vive; el dinero, dentro de esta cultura, es factor de respetabilidad; es la guía de las políticas públicas, es el objetivo que condiciona la vida humana. Una cultura fundada sobre el culto al dinero fatalmente deriva hacia la corrupción y la violencia. Introducir, en cambio, la práctica de la austeridad y de la generosidad en la cultura, cambiaría radicalmente el panorama que sería, por tanto, más humano.

Cada una de las preguntas que llegan es un estímulo para ahondar en la reflexión ética. Aún las preguntas que se repiten, crean esa motivación. Así, semana tras semana, se me ha ido ampliando la visión de la ética hasta descubrirme toda una constelación.

Encuentro deseable que los profesores encuentren un desestímulo para enseñar la ética discurso, sermón, o texto memorizado que llegan a ser sofismas de distracción que apartan de lo esencial. Aristóteles llamó a la ética un “saber práctico”, refiriéndose a su carácter de reflejo de la vida, que es una de las razones de su atractivo: es vida y vida en desarrollo. En alguna parte menciono que la ética nos convierte en unos constantes críticos de lo que es, en inconformes permanentes que siempre estamos en busca de lo que debe ser bajo la convicción de que lo que hay nunca nos satisface, porque llevamos en nuestra naturaleza la certeza de que lo mejor aún está a nuestro alcance.

Menciono los que a mí me han resultado un verdadero viático. ‘El encuentro del Otro’, de Ryszard Kapuscinski; ‘Ética y Libertad’, de Juliana González; y ‘La Condición Humana’, de Hannah Arendt. Sé que hay otras obras y otros autores. Menciono estos porque son los que llevaría a una isla desierta para sentirme en buena compañía.

Agrégale la justicia y, si me urges, agrego la esperanza, esa fe en lo posible, que nos mantiene vivos y erguidos.

Y eso que parece un elemento negativo es su mayor aporte. Los ideales fáciles de alcanzar se vuelven entretenimiento. Los que tienen que conquistarse un día sí y otro también son los que te mantienen vivo y consciente de que como ser humano eres una mina inagotable de valor. En alguna parte reflexioné sobre el mensaje inspirador de los atletas olímpicos que en cada nueva prueba llevan la ilusión de batir las marcas anteriores porque saben que todo record puede ser superado. La ética transmite un mensaje parecido: nacimos para la excelencia y el reto no es llegar a ser excelentes, sino progresar todos los días en el propósito de ser excelentes.

Es un hecho que la vida humana se dignifica cuando se vuelve hacia el otro; crece cuando sale de sí y se vive en función del otro; por el contrario se empequeñece cuando se vuelve sobre sí misma y se repliega en el yo. Esa vocación a la excelencia, que es lo esencial de la ética, comienza su mandato cuando orienta la vida hacia el otro. Allí aparece el camino que lleva a la excelencia