J. R. Moehringer: «El periodismo es el primer borrador de la Historia»

12 Noviembre 2019.

Foto: RICARD FADRIQUE.

Tomado de: ABC.

El escritor y periodista estadounidense, que alcanzó la fama con «Open», la autobiografía del tenista André Agassi, novela esta vez la vida de Willie Sutton, el mayor ladrón de bancos de la historia de Estados Unidos.

Hace unos años, cinco para ser exactos, André Agassi sorprendió al mundo del tenis, y también al resto, con la publicación de «Open», una suerte de memorias en las que contaba, esta vez sí, su verdadera historia. Al impacto de lo allí confesado por el deportista se sumó la sorpresa por la calidad literaria de la escritura. Pero había gato encerrado: detrás de la prosa de Agassi estaba, en realidad, el periodista y escritor J. R. Moehringer (Nueva York, 1964). El libro fue un éxito mundial y catapultó a su «autor» a una fama que se vio refrendada con obras maravillosas como «El bar de las grandes esperanzas», basada en su niñez, o «El campeón ha vuelto», sobre el boxeador Bob Satterfield. Ahora, con Moehringer convertido, casi, en un autor de culto, aunque sigue trabajando como periodista en «Los Angeles Times», Duomo publica en España «A plena luz», donde novela la historia de Willie Sutton, considerado el mayor ladrón de bancos de la historia de Estados Unidos.

Para Sutton, ¿los robos eran un arte?

Él pensaba que lo eran. Eso fue lo primero que me interesó de él. Veía los bancos de una manera mitológica. No me gustan los delincuentes, pero me parecía interesante que pudiese coger algo tan poco artístico y enfocarlo como un arte. Siempre me interesa la gente que enfoca lo que hace como si fuese arte, la mentalidad artística, la sensibilidad artística. El delito del que Sutton estaba tan orgulloso era una rebelión contra un capitalismo descontrolado, y contra los bancos. En aquella época (años veinte del pasado siglo), los bancos estaban tan fuera de control como en 2008, cuando pusieron de rodillas al mundo.

¿Qué ecos de entonces escuchamos hoy?

Los bancos son peores ahora. En 2008 aprendimos que pueden provocar más daño. La codicia es peor hoy, y me preocupa dónde nos llevará. Ahora hay más multimillonarios y más desigualdad que en cualquier época desde la Gran Depresión. Los atracadores son delincuentes, pero si hacemos que rindan cuentas ante la Justicia, ¿por qué no los banqueros que sean delincuentes también? Nadie fue a la cárcel por la crisis de 2008, y sufrimos sus consecuencias. Desestabilizó tanto al mundo que provocó un caos político que aún sufrimos.

Y nadie está en la cárcel.

Nadie. Y Sutton pasó la mayor parte de su vida en la cárcel. Hay banqueros por ahí que deberían estar en la cárcel. No estoy de parte de los delincuentes, pero hay más delincuentes por ahí que deberían ser castigados. Tienen cuellos blancos, trajes bonitos y conducen coches de lujo. ¿Dónde está la Justicia?

Pero no son sólo banqueros, también políticos.

También, muchos de ellos. Un tipo entra en un banco con una pistola y sale con dinero; lo entendemos y lo castigamos. Pero el tipo que aparece en el banco con la llave de la puerta principal, que roba a unas personas y lo hace silenciosamente, en la oscuridad y en la sombra, pues no entendemos ese delito tan bien y nos cuesta castigar los delitos que no entendemos.

Ha dicho que Sutton veía a los bancos de una manera mitológica. ¿Cree que él entendía la importancia de crear mitos sobre uno mismo en Estados Unidos?

Sí, entendía muy bien el poder de la narración de historias, de los personajes y de la imaginación. Y era un lector voraz. Es una de las muchísimas cosas del libro que son ciertas sobre él.

Recuerdo una frase, al comienzo de la novela: «Enséñenme a un artista que no quiera elogios».

Sí, absolutamente. Cuando un escritor, un deportista o un político dice que sólo lo hace por amor al arte y que no le importa lo que digan de él, miente. Incluso a los más misantrópicos, a los más introvertidos y solitarios nos encanta que nos elogien. Somos personas sociales. No podemos evitarlo. Y ahora, con las redes sociales, eso es todavía más cierto, porque hay más maneras falsas de ser elogiado. Y es bueno. Si no nos preocupase lo que piensan de nosotros, la sociedad no se mantendría unida.

Volviendo a los mitos, ¿cómo valoraría su poder en Estados Unidos? ¿Ha cambiado con Trump?

Ahora el mito es más fuerte y poderoso que nunca. Trump vende un mito, y mucha gente se lo cree. El propio Estados Unidos es un mito. Un mito es solo una historia que nos llega al corazón y lo activa. Algunos mitos son verdad y otros no. No sé si podría imaginarme la humanidad sin mitos. Algunas figuras públicas se envuelven en mitos que no son verdad, y eso se convierte en un problema.

¿Cómo logró Sutton pasar de ser un enemigo público a un héroe?

Hay una larga tradición que se remonta a Robin Hood, e incluso antes. Algunas de esas figuras cautivan la imaginación de la gente y se convierten en héroes. ¿Por qué otros no? No lo sé. Normalmente es porque esa figura pone de manifiesto algo estructuralmente erróneo en la sociedad y se alza por encima de otros alborotadores convirtiéndose en una especie de Robin Hood. En el caso de Sutton, es importante que no fuese violento. Entrar en un banco con un arma es un acto violento en sí, pero intentaba no herir físicamente a nadie, nunca disparó un tiro. ¿Por qué robaba bancos? Porque es donde estaba el dinero. ¿Por qué los banqueros en 2008 provocaron una crisis de la vivienda? Porque es donde estaba el dinero. ¿Por qué Donald Trump dice las cosas que dice? Porque es donde está el dinero.

Y escuchamos todo lo que dice.

Lo hacemos. Donald Trump es un artista de la estafa. Willie Sutton era un estafador adorable, pero Trump es un estafador no tan adorable.

¿Es la realidad la mejor materia prima para escribir novelas? Y, si lo es, ¿qué papel desempeña la imaginación?

Una historia real activa mi imaginación. La idea de que algo es verdad siempre me inspira, despierta mi interés. Soy periodista. Me levanto por la mañana y, en cuanto pongo los pies en el suelo, soy periodista. Simplemente, empiezo con una historia como periodista y cuando me fascina y en ella hay una gran parte desconocida hago la transición hacia el escritor. Para mí es la trayectoria ideal. No siempre funciona así, pero es más habitual de lo que los lectores piensan. Muchas novelas se escriben por una chispa de la realidad. Una de mis novelas favoritas es «Fiesta», de Hemingway, que es básicamente una transcripción literal de la época que pasó en España. «El gran Gatsby», otro de mis libros favoritos, está basado en gran parte en lo que observa Fitzgerald. La realidad es el punto de partida de gran parte de la ficción, y eso es especialmente cierto con los periodistas. Hemingway era periodista, aunque decía que es importante parar antes de que el periodismo te arruine la vida (ríe).

No le faltaba razón… Y si usted tuviese que elegir entre la ficción y el periodismo, ¿qué elegiría?

Nadie me ha preguntado nunca eso… Odio decirlo, porque me encanta el periodismo, pero elegiría la ficción. El poder de la imaginación nos mantiene vivos, porque nos ayuda a ser libres. La imaginación te ayuda a escapar y a romper con lo que te encierra, a resituar tu vida, a restablecer lo que es posible. Sin imaginación, estás limitado por la realidad y eso es terrible. Creo que tendría que elegir la libertad de la imaginación en vez de las alegrías de conocer a la gente, de tener acceso y conseguir información y conocimientos. Elegiría la libertad, pero sería una elección muy triste, porque me encanta el periodismo. Lo que está haciendo usted ahora es una de las cosas más bonitas del mundo.

Lo sé, soy consciente (reímos). No sé a usted, pero a mí me gusta la ficción histórica porque nos acerca a cosas de la Historia que no conocemos.

No podría estar más de acuerdo. El problema es que existe una idea limitada de la ficción histórica. Los maestros de la literatura estadounidense, como Hawthorne o Faulkner, son ficción histórica. Me obsesiona la Historia, y creo que el periodismo es el primer borrador de la Historia. Me fascina más la Historia que el futuro, quizás porque el futuro me da más miedo.

¿Qué piensa del papel que tiene en la literatura actual el autor que escribe para otros, como usted con Agassi?

Escribir para otros es emocionante. Durante años, esa escritura ha sido relegada a un papel secundario que la gente no tomaba en serio, algo que hacías entre trabajos serios, por dinero u otras razones. Pero en esa colaboración canalizas la vida de otra persona descargando su cerebro en el tuyo y creando una voz que no es ni la tuya ni la suya, que es una voz que funciona en la página. ¿Cuántos ámbitos de la escritura son como un bosque virgen en el que talar árboles? Eso no pasa mucho. Cuando eres periodista, trabajas con una tradición que tiene siglos de antigüedad. Es una profesión seria y honorable, pero ahora, en la época de internet, tiene dificultades para redefinirse y si quieres tener acceso a gente famosa, a gente rica o a gente importante, a veces la mejor manera es escribir para otros. Aunque no hay escritores para otros legendarios, que se puedan utilizar como referentes, y eso es aterrador e inspirador.

Bueno, usted es un buen ejemplo.

Se lo agradezco. Cuando les dije a mis amigos y colegas lo de Agassi, fue como si les hubiese dicho que me iba a ir de mochilero por Europa. Les pareció irresponsable y estúpido. Pero es escritura real, y es muy difícil. Es algo muy sagrado. Si tienes al sujeto adecuado y logras un vínculo con él, te confía algo extraordinariamente valioso, la historia de su vida, y es una gran muestra de confianza. Hay poder en eso, y miedo. Si cruzáis al otro lado, seguís hablando, os gustáis, os sentís orgullosos… es magia.