El papa del periodismo ha muerto / El otro lado

21 Octubre 2019.

Foto: Claudia Rubio.

Tomado de: El Tiempo.

Homenaje de Ómar Rincón, crítico de medios, a Javier Darío Restrepo.

Javier Darío Restrepo es nuestro papa del periodismo: fue el mejor reportero de televisión en el noticiero 24 horas, lo gozamos siendo un profesor que nos guiaba en el oficio y lo admiramos como el maestro de ética de la Fundación Gabo. Hace poco murió. Y nos hemos quedado a la intemperie, pero quedan sus escritos, enseñanzas y discípulos.

Javier Darío Restrepo fue reportero de televisión, y tal vez ha sido el mejor periodista de noticias de televisión en Colombia.

Y todo porque antes de hablar investigaba, antes de emitir un juicio reflexionaba, antes de figurar nos contaba y explicaba la realidad en historias. Se le veía y se le creía. Se notaba que pensaba con la propia cabeza, que hacía reportería para tener qué decir y que narraba con cariño, relato y respeto. Para los que no lo vieron, busquen sus informes (¡bueno, si los encuentran, porque nuestra televisión es de borrar su historia!).

Javier Darío fue un profesor que enseñaba cosas muy simples como que el periodista es el articulador y puente entre la realidad, la política y la sociedad, no es el protagonista de la historia; que hay que cuidar a las víctimas y a los ciudadanos; que el reportero es un oficio sin más defensas que la credibilidad y legitimidad de sus palabras; que hay que poner en evidencia el contexto porque es desde ahí que se produce el sentido (¡sin contexto no hay periodismo!).

Javier Darío Restrepo fue el papa del periodismo porque acogió la ética como principio garante del oficio. Afirmó que lo ético es distinto a lo legal, que lo ético comienza con el otro y el respeto de su cultura y su cosmovisión, que el periodista es un servidor público que va a colaborar a la sociedad a tomar decisiones libres.

Desde su pontificado ético criticó la ebriedad de poder del periodista, ese deseo de ser la estrella de la información, cuando el periodista debe estar es al servicio de lo público. Si es un oficiante de los intereses privados, está todo mal. ¡Los periodistas somos servidores públicos! fue su mantra.

Se preguntó ¿por qué un periodista puede ser peligroso para la comunidad? Y se contestó que tal vez porque hemos hecho mal nuestro oficio. Sugirió “practicar” el periodismo de escucha, empatía, cuidado del lenguaje, que evita la estigmatización.

Propuso armonizar los derechos a la intimidad con el de libertad de expresión; por eso, el límite de los derechos de uno son los otros. Su periodismo era de proveer esperanzas, ya que aunque se cuenten las miserias y distopías que habitamos, hay que salir de ellas para cuidar y armonizar el mundo.

Se fue el reportero, el profesor, el maestro, el papa del periodismo. Nuestra religión que milita en la libertad de expresión, la defensa de los derechos humanos, el contar como servidores públicos se quedó sin su guía. Esperamos no perdernos en las oscuridades, banalidades y barbaries que nos habitan.